Hace apenas unos meses, en una cena amistosa se produjo un momento de bastante tensión. Os pongo en situación:

J tiene una pequeña empresa con un par de socios más. Funciona bien y está creciendo y ha llegado el momento de incorporar a nuevas personas al equipo. Estábamos hablando de eso tranquilamente, intentando incluso recomendarle a alguien que pudiese ayudarle, hasta que dijo: «Prefiero no contratar a mujeres». Mi amiga A le apoyó diciendo que ella tampoco lo haría.

Os podéis imaginar, sobre todo los que me conocéis un poco, que mi reacción no fue muy comedida y generó cierta tensión en la conversación. Tiempo después, pensando en esta historia, he preferido preguntarme: ¿Qué hemos hecho mal como sociedad o como sistema para que dos personas jóvenes, profesionales y bien formadas entiendan que contratar a una mujer es un marrón?

Lejos de culpabilizar a mis amigos (aunque de verdad creo que tenemos el deber moral como generación de cambiar las cosas y así se lo hice saber) he preferido buscar explicaciones en algunas de las corrientes sociales dominantes. En mi opinión, hay tres claves en este asunto:

  1. Entender que el cuidado de los hijos atañe, fundamentalmente, a la mujer. Quiero reivindicar aquí el papel de los hombres. Padres del mundo, tenéis mi apoyo para defender que si el niño se pone enfermo no es su madre (o sí) la que lo lleva al médico, para defender que aunque madre no hay más que una, padre tampoco, para defender que las jornadas reducidas y otros elementos de conciliación laboral no sólo son para las mujeres, para defender en definitiva que un padre es igual de importante que una madre. Ni más ni menos.
  2. Entender que las 16 semanas de baja son una eternidad. Alucino de verdad cuando muchos empresarios, directores o gestores de equipos ven con horror las 16 semanas de baja que una mujer tiene después de dar a luz. Principalmente, porque aunque vivamos en una cultura cortoplacista que no nos permite ver un poco más allá, no hay que hacer cuentas muy complicadas para entender que 4 meses* u 8 u 12 en el cómputo de una vida laboral que en el peor (o más corto) de los casos será de 35-40 años, no es nada. ¿Estamos locos?
  3. Entender la jornada laboral como algo inflexible. Hoy en día, en la mayor parte de los trabajos de “oficina”, la presencia física es algo secundario. Quiero decir, en un momento en el que estamos conectados 24 horas a través de nuestros smartphones, ¿tiene sentido tener un horario fijo e inamovible? Sí, si no confiamos en la responsabilidad de nuestros equipos pero, ¿de verdad queremos trabajar con equipos irresponsables con horarios fijos?

¿Qué os parece? ¿Habéis pasado por alguna situación parecida? ¿Estáis de acuerdo con el análisis o veis otras causas? Mil gracias a todas y todos por los comentarios, como veo que despierta debate, el próximo post lo dedicaré a explicar las razones por las que soy feminista. ¡Nos leemos!

*Me apunta mi querida Vane que las 16 semanas no llegan en ocasiones ni a 4 meses…

(Para que conste, en esa cena también estaba H que pensaba como yo. Padre reciente defendía lo mismo que defendía yo. ¡Hay esperanza!)

Share This