A raíz del post que escribí hace unos días sobre la brecha salarial, Jennifer Lawrence y la capacidad de negociar de las mujeres, me acordé de la historia de B. B es una de las personas más listas que conozco, rápida, inteligente, con un sentido del humor impecable y una fuerza interior que asombraría a cualquiera.

Como no podía ser de otra manera, al terminar la universidad, entró en uno esos despachos de abogados enormes que exigen dedicación 24/7 y dónde la competencia es increíble. Destacó, creció, fue asumiendo más responsabilidades y en 2015 fue madre.

Después de la baja de maternidad, se puso a buscar trabajo y comenzaron las dudas. Nos sirvió a todas para darnos cuenta que empezaba lo bueno. Creo que, en parte por ella, comencé este blog.

Hizo un proceso de selección para una compañía de bienes de consumo, familiar y en plena expansión. Su perfil era inmejorable y se adaptaba a la perfección al puesto. Tras un proceso bastante cruel dónde tuvo más entrevistas de las que parecía razonable y en el que las preguntas sobre la vida privada y planes familiares se hicieron sin ningún pudor, fue elegida para el puesto.

La oferta económica era bastante inferior a lo que ganaba en el despacho, algo que ella ya suponía, así que les dijo: “Entiendo que no puedo aspirar a las mismas condiciones económicas que tenía en el despacho, por lo que quiero que entendáis que esto para mí es una renuncia. A cambio me gustaría plantearos la posibilidad de que, en vez de 2 horas para comer, pueda cogerme sólo una y así salir a las 6 de la tarde. Mi compromiso será del 100% y cuando sea necesario me quedaré, pero, para mí es importante tener de base un horario que me permita tener tiempo para mí y mi familia”.

No sé si acertamos o no con la estrategia, pero a ella le pedía el cuerpo ser honesta y le asustaba la clase de vida que iba a llevar en una empresa que vende con orgullo trabajar hasta las 9 de la noche en las entrevistas de trabajo.

Fue sincera. Les comentó lo que os he contado. Negoció y perdió. Tras días de silencio, recibió una llamada en la que el responsable de RRHH le aseguraba que habían preferido optar por otro candidato.

Esto no es una opinión. Es lo que pasó a B. En este proceso le salió caro ser madre y querer tiempo para ella y su familia. No sé si la persona que está trabajando ahora en esa empresa es válida o no pero seguro que no es más valiente que ella.

¿Conocéis vosotros alguna historia parecida? ¿Creéis que el presencialismo dominante todavía en las empresas de este país es uno de los grandes obstáculos a los que nos enfrentamos para poder conciliar? ¿Qué os parece la negociación que hizo mi amiga?

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