El viernes pasado inauguramos la temporada de verano y nos fuimos a cenar a nuestro sitio favorito cerca de Vigo con mis padres, mi hermano pequeño que presentaba a su novia y mis tíos. Como viene siendo habitual en mis encuentros con familia y amigos, salió el tema del blog y de la mujer. Mi familia parece preocupada porque me haya vuelto una “feminazi”. (¿Hay un palabro más machista que este?) Ahora en serio, no terminan de ver que mis reivindicaciones sean realistas, vamos que no conocen casos similares o al menos no los han vivido. Me entraron dudas. ¿Me estaré pasando?

Pero, de repente, me acuerdo de Lara que me escribió por instagram para decirme que le encantaba el blog, de Asun que me presentó virtualmente a su amiga Carmen que hizo su tesis sobre conciliación de la vida familiar y laboral, de Sara con la que he recuperado el contacto gracias al blog y que escribirá muy muy prontito como testimonio invitado aunque bien se merece una sección entera, de Berta que comenta los post y cuenta su historia, de Nuria que me contacta por Linkedin a través de Silvia, ex compañera de trabajo, de Rosario, Alba, Teresa, Bárbara o Amaia que en la ofi no dejan de decirme que les encanta el blog, de Paula que ya escribió su post y ha preparado otro que me emocionó casi hasta las lágrimas (atentos al 21 de junio), de Borja que me escribe para decirme que le ha pasado mi blog a su jefa o de mi padre que se lo recomienda a sus pacientes y compañeras,…

Me acuerdo de todo y me doy cuenta que no son cosas mías, que no es que me haya vuelto loca, que me haya obsesionado o perdido la cabeza. Me doy cuenta que estos tres meses de blog me han servido para contactar o recontactar con un montón de gente que está preocupada por lo mismo que yo.

Y hoy veo el maravilloso vídeo The United States of Women y tengo muchas más ganas de seguir reclamando lo que nos merecemos, no porque seamos mujeres sino porque simplemente nos lo hemos currado, porque hoy cambiamos el mañana.

 

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