Hoy escribe N, amiga de S., ex compañera de trabajo. Ella ha sido una de las grandes satisfacciones que me ha dado el blog porque no la conocía antes. Ahora sí, nos une algo: las ganas por cambiar este entorno profesional.

Con 28 años tuve mi primer hijo. Joven para algunos, sin duda una edad profesionalmente crítica, pero para mí ideal para sustituir mi nombre propio por Mamá. Recuerdo conversaciones con muchas madres que me contaban con orgullo que habían trabajado hasta el último día de embarazo… Y yo pensaba ¡pues no sabes lo que te perdiste! Debería haber una baja obligatoria antes del parto para prepararse, planificar y disfrutar de uno de los momentos más enriquecedores que un ser humano puede vivir: traer al mundo un hijo.

Antes de nacer Sergio, yo tenía claro que cogería una reducción de jornada. Mis allegados me advirtieron que limitaría mi proyección profesional, desgraciadamente no les faltaba razón, me pregunto cuántas mujeres en mandos intermedios o directivos tienen reducción de jornada… Recuerdo que al hablar sobre las opciones de conciliación, me sorprendían especialmente aquéllas que lamentaban no haberlo hecho por mantener su trayectoria. Lo entiendo, no es una decisión fácil, pero no podemos pedir un cambio cultural cuando no hay valentía suficiente para coger al toro por los cuernos. En mi caso, siempre he tenido clara que mi prioridad no era el trabajo. Me encanta lo que hago, disfruto con ello, me apasiona, pero no es mi prioridad. No cambiaría ni un minuto con mis hijos por un puesto más importante. Yo quería tener hijos para verles crecer, compartir tiempo con ellos, educarles, disfrutar cada instante. Lo quería entonces y lo quiero ahora, no renuncio a pasar el máximo tiempo posible con ellos.

Mi hijo nació y disfruté de mi baja, lamentablemente corta en nuestro país, mientras mi marido me envidiaba desde su trabajo. ¡Qué injusto! El hijo es de los dos, la responsabilidad es de los dos y el tiempo para nuestro hijo debería ser el mismo. No es cuestión de dividir como dice la ley, ley que dista mucha de la realidad empresarial, todo sea dicho. Se trata de IGUALDAD. Ambos deberíamos tener derecho a disfrutar de la totalidad de la baja porque el niño es de ambos.

La interminable lucha por la igualdad. ¿Paridad? Yo no busco paridad, no busco un porcentaje equitativo, no busco una aceptación empresarial de igualdad cuando mis beneficios son diferentes. La igualdad estaría más cerca si hombres y mujeres tuviésemos los mismos derechos sobre nuestros hijos para disfrutarlos al 100%. Si ellos tuviesen las mismas condiciones que nosotras, los líderes de las organizaciones no nos verían tan distintos, probablemente los sueldos se aproximarían y la selección y promoción se regiría por la valía y no por el sexo o condición familiar. Seguiría habiendo guerras que luchar, pero todo sería algo más sencillo. Sin embargo, nos empeñamos en buscar la igualdad de condiciones cuando no hay igualdad de derechos. A todo esto se le suma un gran problema cultural, España está a la cola de la conciliación desde los organismos y las empresas hasta cada uno de nosotros. Aún tenemos que demostrar a nuestros superiores que somos los últimos en marcharnos de la oficina para que valoren nuestro compromiso, mientras en otros países europeos salir más tarde de tu hora es una irresponsabilidad social y familiar, sumado a una falta total de productividad laboral. Nos falta mucho que evolucionar.

Llegó la vuelta al trabajo y mi reducción de jornada. Fue difícil demostrar que no es tanto la cantidad de horas como la calidad de las mismas. Con el tiempo lo conseguí, cuando las mujeres nos convertimos en madres aumenta nuestra capacidad organizativa, eficiencia, productividad, responsabilidad y sensibilidad para ciertas cosas, también indispensables en los negocios.

Han pasado cuatro años desde entonces y hay un miembro más en la familia, Irene. He de reconocer que aún no he salido del todo victoriosa de la batalla; no he ascendido ni tengo una proyección profesional prometedora, pero fui valiente, soy valiente, fiel a mis principios, una de tantas guerreras que demostramos en nuestro entorno que las mujeres, madres y en concreto aquellas que podemos y optamos por conciliar, somos tan válidas como cualquiera.

No es fácil, nada fácil, pero tengo la certeza de que se pueden desplegar las alas sin renunciar a conciliar. Por mi parte, continúo con mi pequeña aportación para tratar de allanar el camino a la próxima persona que reduzca su jornada y su sueldo por poder pasar algo más de tiempo con sus hijos. Ese tiempo es oro.

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