Coincidí con Albert trabajando en mi actual empresa. Él se fue al año de llegar yo para iniciar un proyecto profesional y personal fascinante en el que ha hecho un trabajo espectacular. Nos bastaron unos pocos meses para hacernos amigos, amigos de los de para siempre. Aunque pensemos distinto, hay muchas cosas que nos unen, por ejemplo la pasión por nuestra profesión y las ganas de pelear por las causas que merecen la pena. La causa de género es una de ellas. Aquí está, mi querido medri, el primer hombre que escribe en el blog, hablando de un tema que le apasiona: la política americana. No os perdáis su blog y su página de facebook, en pocos días se va a hacer campaña con la que será la primera mujer presidenta de los Estados Unidos.

¿Es la política una cosa de hombres? Cuando 44 hombres han sido presidentes de Estados Unidos y ninguna mujer está en ese olimpo republicano, podemos afirmar que lo es. ¿Es la política una cosa de hombres para un mundo de hombres? Seguramente lo sea cuando en un debate presidencial se ven casos tan claros de machismo sin que apenas nadie diga nada.

Tras ver el primer debate entre Hillary y Trump tuve que escribir a María. A Hillary le pasó lo que le pasa a tantísimas mujeres en sus puestos de trabajo: tuvo que sentir, una vez más, las ridiculizaciones, los ataques y la doble vara de medir que se les aplica por el hecho de ser mujeres.

Clinton ganó con firmeza. Con holgura. Me atrevería a decir que casi le machacó. Pero hoy en los titulares se suaviza esa victoria. Como si las mujeres no pudieran asestar los mismos golpes que los hombres. De hecho, Trump ha llegado a justificar su derrota diciendo que no atacó lo suficiente porque “la hija de Clinton estaba entre el público”.

Clinton tuvo que aguantar que Trump dijera que tenía demasiado temperamento. No en plan “que mujer más dura que va a poner firmes a todos nuestros enemigos”. Lo dijo en plan “esta señora chilla mucho”. Y ya sabéis a qué me refiero. Obama nunca le hubiese espetado a McCain “es que usted ya es mayor y tiene mucho temperamento”.

Seguramente, si Clinton no fuera mujer, su neumonía hubiese sido algo menor. Y Trump no hubiese dicho que él estaba trabajando mientras ella estaba en la cama. Pero lo hizo. También le dijo que aprovechó ese tiempo para prepararse para el debate, como si por el hecho de ser mujer necesitara más tiempo que un hombre. Pero Clinton estuvo espléndida y lo noqueó con una gran frase: “Donald me acaba de criticar por preparar este debate. Y sí, lo he hecho. ¿Y sabéis qué más hago? Me preparo para ser presidenta. Y creo que eso es bueno.”

 

Si Clinton no fuera mujer, Trump no se hubiese atrevido a decir que Hillary no tiene aguante. De un hombre con una carrera de más de 40 años no se puede decir que no tiene aguante. De una mujer se puede insinuar. Clinton estuvo brillante y le contestó con su mejor carta: la experiencia que él no tiene.

Y si Clinton no fuera mujer, todas las veces que le interrumpió durante el debate hoy hubiesen sido muy criticadas.

 

Tenemos que agradecerle mucho a Clinton. No solo por plantar cara a todos estos ataques con buenas respuestas sino por llevar los temas vetados en una política de hombres para un mundo de hombres y ponerlos en el centro del escenario. Que una mujer sea candidata a la presidencia significa que en un debate presidencial se hable de lo que nunca se habla.

Clinton llevó al debate cuestiones como el embarazo y la carrera profesional, cuando le recordó a Trump que para él, el embarazo es un inconveniente para las empresas. Clinton lleva en su programa los permisos por maternidad y paternidad, que no existen en Estados Unidos. Que Clinton sea candidata nos lleva que su campaña use anuncios como este. Nos lleva a que una generación entera de niñas pueda soñar con la presidencia. Y que una generación entera de niños vea con total normalidad que una mujer pueda ser presidenta.

Que una mujer sea candidata hizo que las declaraciones machistas de un candidato no se quedaran en un cajón y estuvieran encima de la mesa. Hizo que Clinton le pidiera explicaciones en directo por llamar a las mujeres “cerdas, perras o patanes”.

Hillary puede cambiarlo todo. El efecto que puede tener para el resto de países el ver a una mujer como ella en el Despacho Oval es incalculable. Porque Hillary no está adoptando el rol de mujer política que actúa como un hombre. Hillary está siendo Hillary y si consigue su meta, puede dejar una huella increíble. La política no es cosa de hombres. La política debe ser cosa de ciudadanos y ciudadanas libres e iguales.

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