Me vais a permitir que hoy desvíe el foco y no hable de un tema profesional sino de un asunto más bien personal, el más personal. Resulta que me caso, según me dice mi amiga Marta me quedan 50 días, hoy ya 49.

Llevo con Santi más de 8 años por lo que fue una noticia que no sorprendió mucho pero que llena de alegría a todos, principalmente a nosotros mismos. Estamos muy muy contentos y muy muy ilusionados. Y aquí llega el quid de la cuestión.

Desde que lo contamos, hace ya unos meses, se repite una situación que nos indigna a los dos y que no deja de replicar un patrón de hombre y mujer que creo que ya no es vigente. Esta situación es la siguiente. Se acerca un amigo, familiar hombre y me dice: “Enhorabuena, qué alegría la boda. Estarás feliz.” para acto seguido decirle a Santi: “Bueno macho, mucho ánimo, ¿eh? Paciencia tio, ahora ya te tienen pillado…”

Y me molesta. Sí, me molesta mucho. Me molesta que se piense que los hombres se casan porque no queda más remedio, me molesta que se piense que a un hombre hay que darle ánimos, me molesta que se diga que es el día de la novia, me molesta. Este será un día de los dos y los dos estamos ilusionados.

Igual que la sociedad a veces es injusta con las mujeres, también lo es y mucho con los hombres, les anima a cumplir pautas de comportamiento que se replican en las relaciones laborales. Esa imagen de macho ibérico que come mucho, fuma puros y habla de fútbol. Esa imagen que te empuja a quejarte de lo que te prohibe o deja de prohibir tu mujer porque a ti no te apetece casarte y tampoco te apetece ir a bañar a tus hijos o ver esa peli en el cine con ella, a ti te apetece irte de cañas con los colegas #québienteveocabrón pero claro, te tienen pillado…

Y mientras esto no lo cambiemos, queridas amigas, me temo que tampoco cambiarán otras cosas.

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